de este tipo?
-¿Qué hay en los Cuentos de Cipotes?
-¿Qué son los Cuentos de Cipotes?
-¿Qué dicen los Cuentos de Cipotes?
Parece una pedantería, una insolencia
y una tontería. Debiera decirlo el crítico, el prologuista, el editor, o
simplemente el lector.
No estamos queriendo que el crítico no
lo diga: ¡que lo diga! No hay prologuista porque no nos gusta el prólogo ajeno.
El editor no se opone a que el autor mismo opine sobre un género de cuentos
creados por él, según sus pretensiones; el lector va ganando con las
explicaciones preliminares del autor. Estamos introduciendo al lector a un
libro que contiene la serie de cuentos más desconcertantes que se haya
presentado en este lugar (quisiéramos decir en Centro América; quisiéramos
decir en América; quisiéramos decir en el mundo; porque amamos los cuentos de
cipotes con entrañable amor y los queremos elevar hasta donde sea posible y es
que no son nuestros, en verdad, sino de él, del cipote, nuestro amable
compañero de siempre).
-¿Porqué son desconcertantes?
Porque son los cuentos que nuestro
tuno nos está contando, a su manera. No a mi manera sino a su manera. Mi manera
de contar cuentoses bien conocida de todos. Los cuento de modo un tanto
distinto en "Cuentos de Barro" de como los cuento en "Eso y
Más" y en "O-Yarkandal", pero la diferencia sólo obedece a
cambios de ambiente y tiempo. Yo también podría contar (y tal vez lo haga un
día si Dios me lo permite) cuentos para niños. Los contaría acaso a lo Andersen
o a lo Wilde, quienes me han contado los más bellos cuentos para niños en este
mundo.
Pero los cuentos de cipotes no son
cuentos para niños, son cuentos de niños, primero, y cuentos de niños
cuscatlecos, después.
-¿Se cuentan esos cuentos entre los
cipotes? Si se cuentan:
¿se cuentan así como en este libro?
Se cuentan en todas partes, pero el
adulto no está escuchando por una sencilla razón: porque no cree al niño capaz
de contar un cuento que pueda oír un mayor sino que cree que lo cuenta para su
compañero o compañeros de juego. El no quiere descender hasta ese plano mínimo
de la atención y el propósito del niño falla; quizá nace fallido porque sabe de
antemano que el adulto no lo entiende; pero sabe además, que el niño compañero lo
entenderá menos y no teniendo el cuento de cipotes la atención concentrada del
adulto se reduce el cuento a mera chacota, divierta, motivo de risa crónica; lo
cual, si bien cumple la misión del contento, no entrega todo su caudal
encantador. Con estos cuentos de cipotes pretendemos fijar esa atención del
adulto sobre la capacidad del cuento del niño, para entretenerle, alegrarle y
rejuvenecerle. Los cuentos de niños no son cuentos para niños sino cuentos para
adultos. Si los adultos no los escuchan los cuentos se pierden o poco menos.
-¿Por qué no escuchan los adultos esos
cuentos?
Pues si. cuando los adultos centran su atención y se
ponen en contacto con el niño universal, inmortal (que en ellos está siempre
escondido), ellos lo escuchan como lo hice yo, como lo han hecho otros al
influjo de estos cuentos. La generalidad de los mayores no oyen los cuentos de
cipotes porque los cuentos de cipotes son los cuentos más estúpidos del mundo y
en ello está su valor, porque son los estúpidos cuentos que no son del
estupidismo repulsivo, sino del estupidismo que da risa, y ese es su gancho de
prender. Entonces, ¿quién va a parar mientes en las mil tonterías que está
contándonos el cipote shuco y fregón? Pues muy pocos. En cada adulto hay un
niño de recuerdo, como en cada niño hay un adulto de esperanza. Allí duermen
casi todo el tiempo. El cuento de cipotes es la magia que provoca al adulto que
hay en el fondo del niño para consolar al niño que hay en el fondo del adulto.
Este es el profundo misterio de los estúpidos cuentos de cipotes.
-¿Cómo nació la idea del cuento de
cipotes?
En un lejano atardecer, en el cruce de
tres caminos nos hallábamos esperando algo el adulto, el niño y yo. ¿Qué
esperábamos? Ya hoy, no se sabe qué esperábamos, tal vez el Cuento de Cipotes,
porque allí nació el Cuento de Cipotes. Era el adulto un polizonte del tráfico;
estaba allí para saber los números de los vehículos que entraban y salían de la
ciudad; estaba, además, para decir requiebros a las muchachas de servidumbre
que acertaban a cruzar por allí. El niño era un cipote, era el cipote
desconocido sobre todo en aquel -para mí memorable- momento. No pasaban ya los
carros; no pasaban ya las hembras; la calle estaba oscura y casi desierta; el
hombre se aburría visiblemente.
Yo esperaba el bus y ponía atención al
paisaje y a los personajes. El niño hablaba incesantemente dirigiéndose al
polizonte; parecía interesado en su aburrimiento; como que trataba de
entretenerle con su charla alocada. El hombre tenía sueño y miraba a otra parte
sin escuchar. El niño contaba su cuento con todas las interrupciones propias
del cuento del niño, que es un cuento que se da sus propias alas, se atiza y se
ríe de sí mismo. Entre cada dos párrafos hay un puentecito de chacota risueña,
una dulce mala palabrita o un silbido incongruente.
-¡Yo te oía, yo gozaba tu cuento loco,
yo te aplaudía la tontería inimitable, esa inimitable tontería que es tu
tontería y mi tontería encantadora! i Yo cogía allí en mi corazón la estúpida
carambada deliciosa que es el Cuento de Cipotes, que aquí distribuyo para todos
los aburridos polizontes del mundo; para que dejen un instante de estar
importantes y se vuelvan hacia ti, te oigan con encanto y te agradezcan tu
noble propósito!
-Literalmente hablando ¿qué es el
Cuento de Cipotes?
-Es esta una pregunta tan importante
que parece llena de pedantería refiriéndose al asunto que tratamos. Pero
siempre podemos argüir algo en relación con los cuentos que nos ocupan, para
situarlo en la pauta de los géneros y de los estilos.
El autor está dando gran importancia a este
pretendido género nuevo de cuentos. A decir verdad, se la dio siempre. En uno
de los Lectur Seminary Groups del cual formó parte en la Conferencia de
Educación celebrada en la Universidad de Michigan en julio de 1941, abordó
personalmente este tema del cuento del niño (cuento hecho por el niño para el
adulto), ante una nutrida asamblea de profesores, quienes se interesaron hasta
el punto de hacer consultas en los días que siguieron. Algunos confesaron
encontrar el tema sumamente novedoso y se proponían hacer experimentos en sus
respectivos centros docentes. Querían saber si sus niños tenían para ellos
cuentos originales. Si estas experiencias produjeron frutos, lo ignora el
autor, pero lo desea de todo corazón.
-¿Hay una técnica del Cuento de
Cipotes?
Esta fue la pregunta de una profesora
joven a quien se le dio más o menos esta respuesta:
-Hay la misma técnica de los dibujos
animados. Pero tanto aquí como allá sólo es dado aplicarla al productor que
llegue a identificarse con el niño. Para esto es absolutamente necesario ser lo
suficientemente loco y tonto para obtener pase a esa tierra maravillosa donde
la razón es moneda falsa y la seriedad es la cosa que nos pone feos.
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